1) Se trata de un signo que indica que aún no se ha progresado suficientemente del desorden a un nuevo orden, a una nueva fase de equilibrio y progreso. El fuego arrebatador de la mente busca su cauce natural en la altura, pero se halla disociado del mundo de los deseos, no ejerciendo su influjo natural por encontrarse abstraído en preocupaciones y conceptos. Del mismo modo, el nivel emocional corre riesgo de desbordarse al carecer de contención y medida. Corresponde en los ciclos estacionarios al avance de la energía del tiempo, desde el invierno, a través de la primavera, a la consolidación o fructificación del verano. En relación con la Misión de vida del consultante alude a una etapa en que se debe guardar todo tipo de cuidados, adoptar la cautela y la mayor perseverancia ya que, como se expresó, uno se encuentra internamente disociado, en una medida que vuelve riesgosas las prácticas más comprometidas. Se hace necesario, en primer lugar, investigar en la naturaleza de las fuerzas antagónicas de nuestra constitución y adoptar el punto de vista que acuerde o reconcilie los factores interactuantes (la mente y las emociones) a través de una recta y persistente actividad de auto-observación. Naturalmente debe adoptar medidas que encaucen el desorden prevaleciente y perfilen un nuevo ciclo de mayores habilidades y de efectivo desarrollo del potencial todavía no empleado.
2) Estamos ante los prolegómenos de un cambio fértil y fructífero. Por ello se trata de un momento de riesgos ciertos, particularmente porque no estamos alineados internamente con la esfera superior y adolecemos de experiencia respecto a las vías correctas para ordenar el desorden. Sólo la más alta inspiración y la regularidad en las prácticas aportará una nueva fase de segura contención y amplio despliegue del poder consciencial. Instancia en que se debe apelar a los recursos más refinados y sutiles: la detenida observación, la sabia cautela, el arte de la justa oportunidad y el momento propicio, la expectación no furtiva sino visionaria. El cambio advendrá pronto y con él nuevas condiciones de propicidad.
3) La audacia, la temeridad juvenil, la inoportunidad, el lanzarse a la acción sin medir las consecuencias de nuestros actos, la falta de madurez y de visión global acerca de la naturaleza de los desafíos que se presentan, constituyen fuertes obstáculos para alcanzar la nueva gran transición de vida. En la aurora de un cambio tal, todo exceso e impericia puede llevarnos a un doloroso fracaso y estancamiento. La terquedad, la ausencia de correcta discriminación respecto a las cosas de nuestra naturaleza y del mundo, el desorden interior y existencial, suelen ser figuras conductuales dominantes bajo este signo.
4) En primer lugar es necesario ordenar nuestra vida subjetiva, armonizando los distintos aspectos, tras un estudio y exploración exhaustiva de las implicaciones y la forma de expresión de todos ellos. La atenta observación de nuestras funciones, ya sea en lo sensorial como en lo emocional y en lo racional, redundará en un gran beneficio. Nos proporcionará la regla dorada, la medida áurea del desarrollo consciente: el conocimiento en latitud y profundidad de lo que somos, en tanto seres complejos que emanan de la Total Simplicidad. Esta travesía de investigación en el campo integrado de nuestra alma requiere de refinadísimos métodos y de una cauta y saludable constancia y perseverancia. Toda precipitación quebrantará las fuerzas y las tramas etéricas, rasgando los velos protectores de los centros de energía, dejándonos expuestos a la mediumnidad y a las influencias obsesoras del reino elemental. Ante estos riesgos debe el aspirante abocarse a la más amplia purificación psíquica, mediante la práctica de una vida limpia e iluminada en todos los niveles.
5) «Cuando siento el punto de tensión en mi interior y percibo que es dolor, retraigo la energía de la atención hacia el campo del corazón. Evito que el fuego de la consciencia se disperse y me arrastre al abismo. Soy cauto con mis sentidos y con mis percepciones. El camino de la percepción no tiene comienzo ni fin; es el hilo que nos permite salir del laberinto de la existencia y de nuestra coercitiva estructura mental».