a) Varillas de milenrama, ramos de milhojas, troncos de artemisa o aquilea.
El rito mágico.
Procedimiento tradicional.
Se escogen 50 troncos de artemisa perfectamente redondeados. Se retira uno. Este es en sí mismo la unidad más allá de la cual tienen lugar las permutaciones de la Creación, es el Tai Chi. De modo que es el Testigo del Cielo ante el cual se ejecutan las manipulaciones de las varillas.
Es además la imagen mágico-mítica del aspecto director y encauza dar de la consulta, que proviene del espíritu residente en la Mente Arquetípica Universal. Esta varilla debe recibir un trato ritual, considerado y conceptuoso, pues representa lo que está más allá de lo creado y sin embargo lo que integra el haz completo de la creación. Quedan entonces 49 varillas. 7 x 7: 49. La héptada perfecta (7 x 7) tiene el valor universal de constituirse el factor ordenador de la Creación.
En Teosofía se habla de la naturaleza séptuple de todo cuanto existe, es el número de la Creación. De allí que la Creación en estado puro sea el 7 y la Creación condicionada el 7 x 7. El segundo siete es la sombra o la proyección de la primera héptada: el mundo reflejado, la Creación natural.
En consecuencia, el encuentro entre el siete y su sombra resulta en las configuraciones arquetípicas de todo tiempo y espacio y de cada momento y situación, es decir, del momento y de la situación particular de quien formula la consulta. Obsérvese intuitivamente la correspondencia que existe entre esta visión china y el «perdonarás hasta 70 veces 7» del Nuevo Testamento.
El perdón se concede en nombre del Padre del cielo, del Uno que crea la séptuple idea esencial, el orden básico universal. El adagio de Jesús representa el perdón eterno que el Padre concede en última instancia, es decir «perdonarás siempre, porque -por la acción de la Ley-la totalidad de las infracciones son perdonadas por el amor del Padre.»
La Tradición habla de las múltiples operaciones con las varillas de artemisa. A saber, la partición del haz en dos montones y el apartamiento de una de las varillas, que además de lo expresado, como factor todo potente, debe ser aislada como tercer montón a fin de reproducir los tres poderes ordinales: cielo, tierra y hombre.
De los dos montones que entran en el juego adivinatorio, se toma una varita del de la derecha y se la ubica entre los dedos anular y meñique de la mano izquierda. Se toma el montón de la izquierda con la mano izquierda y con la mano derecha se van apartando del mismo, montoncitos de a cuatro varitas. El saldo final del recuento, que puede ser cuatro o menos de cuatro varitas, se coloca entre los dedos anular y medio. A continuación se hace el mismo recuento de a cuatro varillas con el montón de la derecha y se coloca el saldo (cuatro o menos de cuatro varillas) entre los dedos medio e índice de la mano izquierda. Esto es una mutación.
Por fin se tiene en la mano o bien cinco o bien nueve varitas.
Las posibilidades de varitas entre los dedos son, en el caso del valor numérico 5, las siguientes: 1+4+4, 1+3+3, 1+2+2 ó 1+ 1 + 3.
Este valor numérico 5 es más fácil de obtener que el valor 9.
Durante el primer recuento de los 49 tallos, el primer tallo colocado entre el dedo meñique y el anular es supernumerario (el testigo interior de la manipulación oracular) y por lo tanto no se toma en cuenta, sino simbólicamente. Así que el valor numérico 9, corresponde al número 8, y el valor numérico 5, al número 4. El número 4 significa unidad simple y se le adscribe el valor numérico final 3, para hacer el definitivo cálculo que llevará a la conformación de una línea. El número 8 (obtenido de las 9 varillas) es una unidad doble (dos veces 4) y entra en el cálculo final con el valor numérico 2. De modo que si en el primer recuento queda un saldo de 9 tallos, estos valen 2. Si el saldo es 5, valen 3. Estos tallos ya considerados son puestos de lado.
Se vuelven a juntar los dos montones que quedan y se dividen de nuevo como se explicó antes. Se vuelve a tomar de la mitad de la derecha un tallo y se lo coloca entre el meñique y el anular de la mano izquierda y se procede enteramente como en el cálculo anterior de la primera mutación.
La operación se repite por tercera vez y al final de las tres operaciones se obtiene la primera línea del hexagrama. Si en estas tres primeras operaciones se obtienen tres veces el valor numérico 3, da por resultado un Yang viejo (9), un trazo firme móvil, mutante. Si se obtienen tres veces el valor numérico 2, se configura un 6, un trazo Yin viejo, un trazo blando móvil, mutante. El valor numérico 7 corresponde al trazo Yang joven y el valor numérico 8 al Yin joven, ambas líneas fijas.
La tradición confuciana sugiere que cuando las seis líneas son quietas o fijas, no mutantes, para el oráculo se toma en cuenta el signo en su totalidad. Aunque R. Wilhelm interpreta que esto conduce a ignorar las seis líneas, el sentido común indica que se las tome a todas, a la totalidad, en cuenta, de forma genérica y no particular, como travesía virtual que recorrerá mental o materialmente el consultante. Cuando aparecen líneas mutantes, al plano completo de respuesta adivinatoria de las seis líneas en sucesión lo debe reforzar la lectura y consideración de las líneas mutantes, por hallarse concentrado en ellas el énfasis que el oráculo quiere poner para el vaticinio.
En el primer caso se sugiere que la consideración de las seis líneas fijas se haga en forma global, sintética, con prescindencia de los detalles de cada una de ellas, observándose aquel aspecto moral circunstancial que subrayan las líneas y las imágenes y dictámenes del hexagrama. En el segundo caso, de líneas mutantes, ellas desean prevenir al consultante especialmente y con detalle sobre determinadas cuestiones implicadas en el signo. Cuando se obtienen líneas mutantes, por ser mutantes deben ser convertidas en las opuestas, es decir el 9 en 6, y el 6 en 9.
El nuevo hexagrama así obtenido presenta el entero devenir, completa la historia del vaticinio, anunciando las circunstancias en que la actual situación del consultante rematará. N o se deben leer las líneas del nuevo hexagrama, sino los comentarios y sentencias únicamente y establecer la conexión en espacio y tiempo con el hexagrama original.
Modernamente existen versiones simplificadas de esta consulta apelando a varillas de diferente procedencia y material, que en la mayoría de los casos privilegian las piezas de madera redondeada, emblema filo natural de la fuerza creadora y ascendente, la fuerza del cielo. En este sentido el juego tradicional del Mikado parece obtener su inspiración ancestral del rito mágico de la consulta con varillas de artemisa.
El extraer las varitas del Mikado sin mover a las otras parece obedecer a la misma lógica práctica del oráculo, en el sentido de desarrollar plena atención y destreza para enfrentar situaciones peligrosas, disipando con la extracción de cada varita la compleja urdimbre que se ha configurado en la mesa y dejando el camino expedito para alcanzar la meta del completo vacío de toda forma residual material y psicológica, expresada en cada varita del juego. Se trata además de un juego de contexto de las tradiciones de la alertidad consciente y pasiva, propia de la corriente Zen.
Por otra parte, existen evidencias acerca de que la disposición caprichosa asumida en cada caso por las varitas del juego, al ser arrojadas sobre la mesa, perfectamente puede ser objeto de interpretación divinatoria, en el mismo sentido que las configuraciones de las velas fundidas en la velomancia o los rastros de borra de café en la cafeomancia.