1) Cualquiera sea tu rango y el lugar que ocupes en la sociedad, la Misión de tu vida es alcanzar el tipo de elevación y superioridad moral que sólo puede proporcionar la vida modesta y austera. Todo en la naturaleza se dirige a la disolución, al derribamiento, a la caída; y en el orden humano, los hombres sabios conocen que esta dinámica implacable procura que la Humanidad espiritualmente constituida se torne sumisa, dócil y modesta. La modestia que atraviese tu camino en estos tiempos, no debe ser interpretada sino como una señal de grandeza de espíritu y de fortaleza de corazón. Si tienes una posición influyente, la modestia te volverá ante ti mismo y ante los ojos de los otros hombres, un ser sabio y ponderado. Si estás en una posición social deprimida, la modestia te marcará como un hombre respetable y digno de confianza, abriéndote las puertas de la oportunidad. No receles de tu destino, medita sobre el privilegio de la condición apacible y mansa del corazón y esfuérzate por anular tus tendencias pasionales.
2) Se trata de un tiempo en que se presentarán desafíos bajo la forma de personalidades y circunstancias, ante las que únicamente la constancia en la práctica de la modestia, la manifestación preclara de la humildad propia del tenor del corazón, te permitirán seguir adelante. En estos momentos una actitud semejante te facilitará el ser reconocido y seleccionado de entre los hombres, al emanar de ti esa impronta de confiabilidad y solidez que una montaña, en su aplomo y sencillez, y bajo condiciones extremas de limitación dinámica, ejemplifica a los ojos de quienes saben cómo contemplar. En estos tiempos debes abocarte a la reflexión permanente sobre la impermanencia de todas las cosas, sobre la vía del filósofo que persigue el prepararse para el bien morir, antes que fatigarse en empeños fútiles y temporarios que sólo paralizan la vida progresiva del alma.
3) La comparación, el contrastarte con aquellos que manifiestan alguna forma de poder ultrapersonal y lo esgrimen y exhiben como marcas de especial prominencia individual y desarrollo social, te impedirán absolutamente que puedas valorar correcta y justamente tu propia naturaleza y la circunstancia que has abrazado con seriedad y responsabilidad. Todo tipo de ofuscación de ánimo, el espíritu rebelde y juvenil, el hacerte eco de las voces halagadoras del mundo que intentan seducirte con los bríos y promesas del entre juego y la excitación, todo ello constituye un motivo de inquietud para el hombre que conoce la traza de su sino y la vive con moderación y paso a paso.
4) Las cualidades que deben brotar de tu alma tienen que ver con la condición de simplicidad y atomicidad del propio centro espiritual. Estas cualidades se manifiestan como la humildad del corazón y la modestia en la acción. La humildad del corazón trae felicidad y facilita la sinceración y la práctica de la verdad incondicional. Su trasunto conductual, en el mundo de la acción, es la modestia, la mesura, el ritmo, el wu wei de los sabios taoístas (acción sin «actuación»), el sendero del peregrino que prefiere de buen grado las briznas de hierba del camino a las finas confituras de la casa del gentilhombre. Lee la vida de los santos, de los hombres y mujeres que han bajado la cabeza ante el poder del Universo y se han consolidado como firmes rocas de la verdad en su actitud de obediencia y de pertenencia a la Fuente y Fuerza Superior. Explora sobre tu pertenencia a la Unidad de la Vida, siente tu integración, la interdependencia con todas las cosas y con todas las criaturas, la fugacidad de los momentos de la vida, y de esa forma alcanzarás a vivir con gozo y gratitud este tiempo que te tocó en suerte. El éxito que trae consigo es inmenso y duradero.
5) «Me prosterno a la base de la montaña porque deseo agradecer al Maestro. Asciendo esforzadamente por la ladera de la montaña porque deseo ponerme a la altura del Maestro. Alcanzo humildemente la cumbre de la montaña, porque allí mora el Maestro».