1) La excesiva y sobrecargada actividad del pensamiento sin una condigna canalización de la acumulada fuerza vital (y fluido nervioso) en manifestaciones productivas, termina por transformarse en un poderoso factor de riesgo. Está en el origen de múltiples afecciones psicosomáticas y, además, potencia la fuerza del egoísmo, al concentrar energía de un modo excesivo y descontrolado en el circuito mente-cerebro-sistema nervioso. Puede originar también un desbalance peligroso con los sistemas circulatorio y endocrino, cristalizar formas pensamiento en el aura y bloquear o acelerar disipativamente el flujo de los centros de fuerza (chakras). En particular, la consolidación del egoísmo por el imperio del principio intelectual, el factor creador del mal en todo orden de realidad, debe ser enfrentada a tiempo y disuelta por la suave y tenaz presencia de una nueva disciplina. De una disciplina conexa con la edificación de un puente de luz entre nuestra mente y nuestro corazón. Se trata aquí, doble y sintéticamente, de la construcción del puente de luz o antakarana y de la edificación en nosotros del Templo de Salomón, el Cuerpo Causal o Loto Egoico, residencia permanente del alma humana. El objetivo es proporcionarle al ser interno una atmósfera y una provisión de elementos racionales y sensibles de gran calidad y superioridad, a fin de que pueda desenvolverse a nuestro través en toda su amplitud. Por consiguiente, la Misión de vida del consultante es emprender la elevación de una base moral y espiritual nueva y más consistente en su corazón, adquiriendo los instrumentos sapienciales propios de la cultura espiritual acuñada por la más alta Humanidad. En esta existencia está especialmente indicado el explorar con nuestro sentido de religiosidad, es decir con los medios adecuados para restablecer la continuidad de la consciencia, la perpetuidad del estar conscientes: el religarse o reconciliarse con el alma espiritual.
2) Momento de especial dispensación en que todo esfuerzo por vivir en medio de un clima interno de sosiego, a través de las prácticas devocionales, aspiracionales y meditativas que un buen Servidor emprende, habrá de transformar la calidad de la experiencia existencial de un modo verdaderamente plausible. La disolución de los bloques o nódulos de energía psíquica y moral que nos arrastran hacia el autocentramiento y el egoísmo, debe ser encarada con absoluta seriedad y concentración de propósito. Urge un cambio radical. Emprender la reconstrucción interior, la reconstrucción del «Templo de Salomón», el tabernáculo del alma en la Tradición occidental. Todos los más refinados y sobrios materiales de naturaleza ética y racional deben ser empleados como argamasa y cimentación. Para el retejamiento, para la construcción de la bóveda pinacular de nuestro «templo interior», sólo los materiales iluminativos, las aspiraciones más impersonales, la penetración en los misterios del Silencio Sagrado del Espíritu, pueden ayudamos.
3) Como fuera señalado es la tendencia energética a acumular fuerzas, a reservarse para uno la cuota parte de vitalidad y de poder que les corresponde por herencia a Todos, lo que obstaculiza el avance en el Camino de Evolución Acelerada. Se trata de aplicarse a la disolución de esas murallas bizarras en nuestra constitución sutil. En sustitución, simbólicamente, se habrá de erigir una nueva construcción (la verdadera «arquitectura sagrada»), una esfera de amor, poder, inteligencia y sacrificio (las distintas «hileras de pétalos» del Loto Egoico), que nos eleven a las alturas propias del Padre, del Espíritu Director en nosotros.
4) Por sobre todo, el discernimiento y el sentido común. No de otra manera uno se puede hacer de la inspiración y de la necesaria conexión con las fuentes de la Sabiduría Inmortal. Lucidez, perspicacia, reflexividad y amplitud de miras. Y un valor a toda prueba para echar abajo la estructura mental ciclópea y egotista, monstruosa, que hemos estado erigiendo a despecho de las legítimas necesidades de las otras almas menos privilegiadas.
5) «He de construir mi Templo en los cimientos. Consagraré la morada del alma con mi autosacrificio. Sacrificaré para siempre mi mundo de deseos y procuros egoístas a los pies de la Divina Presencia, del Señor del Templo. Y dejaré que lo demás se da por añadidura».