1) Se presenta una instancia existencial en que el aquietamiento de la mente y el corazón constituyen los firmes pilares sobre los que podremos edificar nuestra relación interior con la fuente de la Luz, a lo alto de la Montaña. Tu Misión en la vida es fluir en medio de la movilidad e impermanencia de los acontecimientos, a través del corazón calmo y confortable que recorre el núcleo de las vibraciones de la mente, de las emociones y del organismo físico. Así alcanzarás una estatura y afirmación positivas, una envergadura y una elevación semejante a la de los montes soberanos que se yerguen sobre el horizonte y abisman tu contemplación. Se trata de un kua especialmente señalado para experimentar con la quietud y el apagamiento de los fuegos furtivo s de la mente. Oportunidad inmejorable para conocer la experiencia de la paz interna y vivir en medio de las evoluciones de los cambiantes fenómenos de nuestra naturaleza y del mundo, provistos de una temperancia y cualidad de docilidad excelentes ante la Columna del espíritu. La práctica del «estar», estar sentado simplemente y fluir con la impresión reposada y segura, estable y perfecta de la quietud, tal cual ha sido consignada en tratados de yoga zen, es un excelente procedimiento para operar suaves y paulatinos desvanecimientos de la inquietud mental. Puedes sentarte en zazen, en postura de loto o del adepto, o, como se sugirió, en una silla o sillón, y prestar completa y apacible atención a los ritmos con que fluye la energía dinámica por tu interior, apaciguando tus nervios y tu mente y renovándote para la experiencia de absorción meditativa, instancia que ha de sobrevenir muy luego de que nos afirmemos en estas prácticas de armonización y alineamiento de todos los centros y vehículos de nuestra constitución.
2) Estás ante las puertas de una enorme oportunidad para explorar los dominios del silencio y de la paz del espíritu, simplemente disolviendo toda rémora del pasado, toda preocupación o excitación emergente. Ha sido dicho que la mente es el viento que mantiene moviente la flama de la vela, y que su condición es de circulación y cambio. En el mismo sentido, es posible experimentar la estabilidad interior dejándose absorber por el abismal espacio de la mente espiritual, subyugando nuestro mundo pasional y viviendo con serena inclusión el perfume de la armonía del alma, sus tempos meditativos, sus ritmos estables y profundamente cautivadores.
3) La inquietud de la mente y la preocupación por resolver las primeras dificultades que se presentan en el camino de quien intenta experimentar la quietud interior, son obstáculos por los que, de forma inevitable, habrá de pasar el practicante. La falta de control sobre el mundo urgente de los deseos y las pulsiones y compulsiones emocionales, nos desvían de la centralidad y neutralidad deseables en estas circunstancias. El dejarse arrastrar por la dinámica de los hechos en el circuito de las relaciones mundanas y conservar esa agitación en medio de la experiencia de aquietamiento mental, suelen doblegar el temple de la espada y postergar el encuentro con la vivencia de paz y serenidad.
4) En el primer numeral se mencionaron algunas técnicas, en apariencia sencillas, que han sido encomiadas por algunas Escuelas de la Tradición. Se habló de la quietud formal, física, como punta de lanza o base de sustentación para la quietud mental. Algunas Escuelas, como los derviches en el Sufismo, apelan al baile vertiginoso y giratorio para centrar la mente y elevarla extáticamente en arrobamiento hacia el Bien amado. La teoría de este método concuerda con la noción de que en el ojo de la tormenta en elojo del huracán, todo es calma, el ámbito natural de la dicha. Los vientosterribles del huracán giran y giran, como el devoto, pero su centro interno reposa en las mieles de la eternidad. Desde luego que no se sugiere experimentar de manera fortuita o empírica con semejante método tradicional. Pero se hace referencia a él, porque en la concepción polar de la cultura antigua de la China, la quietud auspicia el movimiento y viceversa. El movimiento se repliega sobre sí mismo sólo momentáneamente para volver a desplegarse luego; y siempre en el seno del movimiento subsiste un haz de quietud, del mismo modo que en medio del aquietamiento en algún nivel fluye la energía, hay una moción vital saludable que permite la práctica de la quietud desde una plataforma de vivificante energía dinámica.
5) «Me establezco entre las montañas a contemplar el infinito. Poco a poco siento que la condición de las montañas me pertenece, es mi condición. Me yergo hacia la altura por la simple apreciación de la altura y por la fusión con la estatura del mundo. He encontrado el camino hacia el centro del universo en mi corazón. Allí reside el Meru del mundo: soy un hijo de la justa estación».