Los esoteristas antiguos reducían a sus valores numéricos y cifrados todos los hechos de la naturaleza y de la mente. Y esto lo hacían como resultado de comprender y penetrar contemplativamente el Antiguo Canon de las Proporciones celestes-terrestres, del que entre otros pueblos, los egipcios y los chinos, especialmente los taoístas, tenían un amplio conocimiento.
La utilización de mandalas geométricos, pentáculos, grimorios y otras herramientas, con fines diversos, desde la simple magia natural hasta soportes para la visualización y meditación de las verdaderas funciones que los seres espirituales cumplen en su propio plano, dominó la historia oculta de la Ciencia Perdida.
Si bien las abstracciones geométricas cumplían con el objetivo de establecer un circuito entre la mente del operador y la mente Arquetípica Universal, con el Demiurgos, con el Verbo, con el Logos -en contados y especiales casos-, en realidad esta práctica se corrompió y terminó por volverse (especialmente en el uso de los símbolos de la magia ceremonial egipcia, caldea y judaica, como los pantáculos y grimorios) mera necrofilia, al servir de instrumento de evocación de fuerzas de la naturaleza de bajo orden evolutivo.
Particularmente empleada para prácticas mediumnísticas y para alcanzar el dominio de las fuerzas elementales, de las vidas semi-inteligentes detrás de los elementos naturales, de los llamados ángeles lunares o elementales y espíritus de la naturaleza. Esta fue con el tiempo la aplicación más extendida del uso de las formas abstractas, fórmulas y palabras de poder, en manos de iniciados en la Ciencia Oculta que buscaron poder y conocimiento con fines egoístas.
Fue especialmente en la tradición taoísta donde la contemplación de la naturaleza alcanzó su cumbre. Seguramente algo semejante ocurrió entre los antiguos pobladores de las naciones africanas y americanas, y como prueba de ello sobreviven sus distintas cosmogonías planetarias, donde los elementos de la creación divina son representados por animales y objetos de uso, culto y labranza.
De manera semejante en el antiguo Libro de los Cambios o de las Mutaciones, conocido como Yi Ching o Yi King, los sabios antepasados chinos encontraron la revelación de sus intuiciones más hondas sobre el Orden Supremo (el Tao) perfectamente ejemplificadas en pájaros, animales, objetos. Los arquetipos celestes o quantas espirituales (paquetes de luz y de conciencia que se despliegan en el mundo físico) están esparcidos por doquier.
Para entender la superestructura del Libro, es decir, las imágenes y los signos arquetípicos en los que se sostiene, es necesario observar con cuidado la naturaleza y nuestras relaciones, y especialmente la actividad mental paralela y correlativa a esa contemplación, de forma sistemática, si se quiere comprender intuitivamente y a la larga la conexión cierta que está graficada en esas imágenes y signos del Libro.
En los Comentarios de las Diez Alas, introducidos al Libro por Confucio y discípulos de su escuela, existen precisas referencias, en el capítulo Historia de la Cultura, a este evento.
El pasaje dice así:
«Cuando en tiempos arcaicos Pao Hsi gobernaba el mundo, dirigió la mirada hacia arriba y contempló las imágenes en el cielo; dirigió la mirada hacia abajo y contempló los sucesos sobre la tierra. Contempló los dibujos de los pájaros y de los animales y su adaptación a los lugares. En lo inmediato partía de sí mismo, en lo mediato partía de las cosas. Así inventó los ocho signos (trigramas) a fin de ponerse en contacto con las virtudes de los dioses luminosos y de ordenar las condiciones de todos los seres».
Y más adelante continúa:
«Él hizo cordeles anudados y los empleó en redes para la caza y la pesca (la trama de la vida y del destino). Esto lo extrajo sin duda del signo Lo Adherente (Hexagrama 30)».
En el mismo sentido, al partir un leño para hacer la reja de un arado (progreso para el mundo) lo extrajo del signo el Aumento. (Hexagrama 42).
El capítulo pasa a ejemplificar cómo de la contemplación de la naturaleza y de las relaciones humanas, de los roles sociales y de las situaciones existenciales, surgieron por adaptación de los sesenta y cuatro hexagramas todas las cosas creadas por el hombre para vivir en comunidad, siguiéndole el hilo a los símbolos fundamentales que los sabios habían encontrado para graficar la rueda de los acontecimientos cíclicos en constante mutación.