1) El esplendor de una mente radiante y luminosa alcanza aquí su más excelsa manifestación, provocando una conmoción en la cultura de los hombres y encendiendo un fuego súbito que, por su naturaleza, habrá de extinguirse pronto y dar paso a la oscuridad. Tu Misión en la vida es la de preparar el terreno (la mente) para estudios y actividades que tengan que ver con la inspiración y la conquista de los corazones de los hombres, a fin de mostrarles la Belleza y la Verdad de los valores universales. El discípulo en estas circunstancias posee una versación y una elocuencia inigualables, lo que lo vuelve un centro de atracción y lo hace conocer geografías humanas y terrenas en un fluido desplazamiento en que la estela de sus presentaciones aviva el fuego latente en otras mentes. Pero, a pesar de indicar una excelente provisión de inspiración y de toda gama de recursos comunicacionales, debe el discípulo atenerse a lo justo y verdadero, sin excesos ni grandilocuencia, a fin de postergar la segura extinción de la llama apasionada de la palabra por gracia de la expresión veraz y restringida. Precisamente es la palabra el medio expedito para la transmisión del Conocimiento, de allí que las fuerzas de la creación humana deben ser elevadas hacia el centro laríngeo, propiciando un raudal de energía y claridad expositiva. A través del dominio de la palabra la mente alcanza su máximo potencial expresivo. A través del silencio se predispone para nuevos manantiales de inspiración, potenciando el principio intelectual y arrastrando desde la esfera superior la Luz y la Sabiduría. La Sabiduría del silencio.
2) Momento de especial gravitación sobre la comunidad, particularmente en la esfera de las comunicaciones y de la transmisión de ideas. Excelente circunstancia para fijar límites precisos y disponer medidas correctivas, sugerirlas, recomendarlas y aplicarlas, a fin de que la colectividad (y uno mismo) volvamos a recuperar el balance y la regularidad que se hacen indispensables para materializar los proyectos y los ideales en el mundo. Para materializar las ideas sin rastros ni sedimentos de dudosa moralidad, en su mayor pureza e integridad. La definición de las ideas, la percepción espiritual sin los velos de una mente autocentrada y de un mundo de deseos efervescente es, precisamente, la medida legal, la maniobra correctiva que se indica al aspirante en esta configuración flamígera, de alta combustión y seguro agotamiento.
3) La percepción de la perentoriedad de este momento de exaltación y una precoz nostalgia de lo perdido, pueden sumimos en la tristeza y en la decepción. El hecho es que la codicia espiritual, la ambición de perpetuarse en los estrados de la pública opinión, mina las bases de nuestra naturaleza moral y nos deja vulnerables, indefensos ante la próxima y segura caída del ciclo de abundancia y de plenitud. No deberíamos regodeamos con nuestra habilidad con las palabras y con la capacidad que hemos formalizado para cautivar audiencias y corazones. Nada de esto es esencial y su mantenimiento forzoso constituye una señal de ignorancia y egolatría. Es preciso ser muy cautos, contenidos y mesurados.
4) La grandiosa posibilidad de establecer un examen profundo de nuestras circunstancias íntimas y relacionales adviene en estas épocas y nos nutre con el alimento fundamental: el alimento del autoconocimiento. Pero ese alimento no debe sobrepasar la inevitable condición limitada en el tiempo de este kua. De allí que pronto deberemos refugiamos en una vida más modesta y menos grandilocuente. Y mantenemos en pie gracias a la elaborada y refinada materia del conocimiento de primera mano que hayamos obtenido en este período. El desarrollo en anchura y profundidad del principio mental requiere de prácticas constantes y regulares de meditación y absorción en el silencio. Como el alimento y el ayuno, en alternancia rítmica y conforme a las dosis que nuestra intuición prescriba, aquí ambos portales deben aunarse para la consolidación de un refinado «faro humano», capaz de suscitar el entusiasmo y de despertar en otros hombres la dormida vocación por la Verdad.
5) «Arde la hoguera en su esplendor inaudito. Pero el sabio se acerca a mí y me susurra: «Todo esplendor es auto destructivo» . Entonces yo me recojo bajo la noche de mis párpados y me mantengo junto al calor de la hoguera. Elijo la sensibilidad por sobre la ostentación y me preservo de todo riesgo y de todo mal».