1) El contento que singulariza la vida del alma, la dicha y la plácida estabilidad del espíritu, tienen que ver con una condición de firme identificación con la Verdad. Cuando ese contento -octava de la Felicidad que nada opaca- se irradia hacia la naturaleza personal, el hombre en el mundo comunica y experimenta alegría. Sólo por la más pura complacencia con la Realidad Última es que el alma, en su esfera, es el Ser de la Felicidad y de la Paz. Sólo coyunturalmente nos encontraremos con Individuos que han realizado este factor universal en su naturaleza y lo han fijado para siempre. Aún así, en algunos nacimientos la estructura general del contento-alegría, la serena dinámica de la vida interior, se ve reflejada bastante eficazmente en la persona en el mundo. Precisamente, bajo esta configuración, la Misión de vida del consultante tiene que ver con la aplicación de la calma en todos los actos personales o ultrapersonales, extendiendo la paz y el mutuo entendimiento, la concordia entre los corazones. Ha de comenzar por ir al encuentro de la concordia en los pétalos de Amor del Loto Egoico (el Cuerpo Causal): las sutiles estructuras ideales del plano de la mente espiritual. En esta forma, sondeando en nuestra constitución energética más refinada, habremos de conocer la influencia del aspecto interno más tierno y compasivo y a la vez más envolvente y poderoso en lo que hace a las relaciones humanas. Se trata de una existencia en que la unión para la búsqueda de la Sabiduría, el entendimiento y la comunicación con otras almas igualmente empeñadas en la elucidación de la Verdad, está especialmente señalado. La Sabiduría se forja en las luchas entre la Luz y la Oscuridad (en nuestro corazón), pero se expresa en la plácida laguna de la serena condición unitotal del hombre ya desarrollado.
2) Momento altamente propicio, como se señaló, para ir al encuentro con las supremas armonías de la Naturaleza y del Espíritu. Momento para establecer el arco de la concordia, el puente de luz entre nosotros y todas las criaturas y sus secretos. La Naturaleza es pródiga en ricos secretos, los cuales sólo pueden ser aprehendidos cuando el hombre vive como alma (teurgia), se vuelve confiable y un agente positivo para la vida de todos los reinos. Sólo entonces la Naturaleza ofrece sus secretos más preciosos al discípulo. La unión y la camaradería tras la elucidación de esos misterios de la Vida, resulta ahora muy favorecida. Estás en condiciones de entablar relaciones no fortuitas, bajo el trazo y el sino de la comunidad de condiscípulos, y por la vía de la comunión de ideales y la comunicación de las ideas, ampliarás y flexibilizarás tu mente, condición altamente deseable y superior a la del simple autodidacta quien corre severos riesgos de volverse unilateral, rígido y obsesivo.
3) La inconstancia en la alegría nos vuelve disolutos, extremistas, jocundos y poco equilibrados. Nos puede hacer caer en todo tipo de excesos pasionales, abusos de poder personal, manipulación de las relaciones y actitudes intrigantes e interesadas. Debe uno guardarse de las tentaciones que semejante configuración trae aparejadas, particularmente porque la naturaleza inherente es firme y estable y su mala canalización puede desencadenar una conducta hasta cierto punto abusiva y de crasa dominación.
4) Debe uno empeñarse en ir tras la fuente de paz y confortamiento. y sólo la puede sintonizar en la atmósfera que le es peculiar a la vida del alma. A través del alineamiento y armonización de todos nuestros vehículos y centros de energía, de una manera constante y regular, por la práctica diaria y la disciplina moral más exquisita, puede uno encontrarse realmente con las vislumbres de dicha y confortación superior. Sin ellas todas las transacciones intelectuales en el mundo carecen de base de sustentación, se dirigen a lo mudable y efímero y se pervierten gradualmente hasta caducar y hacemos sentir el fango pegajoso del fracaso. La aprehensión de la superior atmósfera de unidad entre todas las almas y la traducción de este estado de consciencia en actividades colectivas propicias para la discusión y la investigación de la Verdad, son las dos secuencias de una cadena de elementos virtuosos que deben manifestarse en nuestra vida, para que podamos alcanzar la dimensión y el sentido exquisito del íntimo Dharma espiritual.
5) «He visto mi rostro original y he constatado en él la grácil y perpetua sonrisa que es el signo de la Sabiduría y de la Paz. Conservo indeleble la impresión de silenciosa y serena placidez del Ángel del Espíritu. Con esta impresión dibujo en mi corazón un mapa de las relaciones en el mundo. Y siempre leo en mi corazón el trazado de la unidad entre todas las almas y las criaturas de la tierra, del agua, del aire y del fuego».