Los libros oraculares únicos sencillamente son graficaciones de experiencias sistemáticas de clarividencia o visión de los acontecimientos pasados y porvenir en la llamada luz astral.
La clarividencia superior, propia del iniciado, es el único medio legítimo según la Tradición Oculta, para que el hombre evolucionado reciba en sus iniciaciones el poder de reconocer la historia iniciática de su alma en encarnación.
A esto se llama la lectura de los registros akáshicos, sobre los que se ciernen sellos que anulan cualquier pretensión de conocer la vida de un alma.
La apertura de los registros akáshicos es un evento subjetivo e intransferible, enteramente individual que realiza el iniciado, que le revela la travesía de su alma por el mundo hasta la iniciación, así como las alturas que le han de seguir en su viaje evolutivo cósmico, más que eventos menores terrenales.
El desarrollo sistemático de la videncia, o clarividencia astral, permite observar el mundo invertido o luz astral, y leer el pasado y el porvenir de un modo aproximativo; modernamente se le ha llamado, a esta práctica adivinatoria, lectura de los registros akáshicos. En realidad es la lectura y desciframiento del Espejo Astral, o Luz Astral, y de ninguna manera la revelación de los secretos que sólo cada alma individual permite conocer en la ascensión iniciática del candidato.
La mutabilidad y maleabilidad de estos registros astrales se debe, sobre todo, a que son impresos en la luz astral mediante la efusión de la energía de los deseos y de los pensamientos; corriente psíquica que cambia y transcurre conforme a la moción (mundo emocional) propia de las pulsiones y veleidades de esa esfera de nuestra constitución personal.
De allí el valor absolutamente relativo de las mediciones o percepciones de estos cuadros de vida, los cuales, como se dijo, están activos y cambiantes por encontrarse sometidos a la sinergia existencial del principio de la voluntad personal o esfera de los deseos.
Por otra parte, como elemento gravitante en los actos de videncia en la luz astral, la naturaleza de deseos, la naturaleza psíquica del vidente pesquisante -en la medida que no haya sido controlada suficientemente- invade la sustancia psíquica, fuertemente responsiva, afectando la exploración con las propias proyecciones, anhelos y expectativas del vidente, lo cual descalifica casi por completo esta actividad, salvo contados casos de individuos de alta realización.
La infalibilidad y el rigor de estos eventos de prospectiva adivinatoria no existen en absoluto en la inmensa mayoría de las prácticas.
Las llamadas profecías y las exploraciones clarividentes consignadas por escrito y accesibles para el público investigador, plagadas de subjetividades y complejos y argóticos simbolismos de naturaleza astral, prueban sobradamente esta afirmación.
Los registros akáshicos constituyen, por el contrario, los hitos iniciáticos que descorren cada vez más el velo mental que se cierne sobre los poderes integrados del alma; escenas luminosas en las que aquella se apoya para potenciar al hombre personal en que se encuentra entronizada, a través del llamado Cuerpo Causal, Aura Energética Superior o Loto Egoico, el cual en todo caso es el campo superior de energía álmica que se vivifica o potencia (las «cuatro hileras de pétalos» que lo constituyen) en la medida que la peripecia subjetiva del alma coagule como tesoro, virtud o cualidad.
Se trata de una realidad ya pre-existente pero ahora evocada desde la esfera transpersonal por las aspiraciones y actos sapienciales del candidato, y no por la experiencia mundana, mediática y material del hombre personal, del hombre animal.
De todos modos, al plano del tiempo continuo o Mente Arquetípica han pretendido acceder los videntes de todas las épocas.
Pero los sellos que el alma impone para el hombre encarnado que no ha recibido de ella la Iniciación Humana Superior son inviolables y a ellos no se puede acceder externamente: se requiere una experiencia de honda contemplación meditativa y no un trance de sintonía, como en el caso de la lectura de los eventos impresos en la luz astral.
En los registros akáshicos entra en juego la impresión en la sustancia mental de las modulaciones del alma en su ciclo iniciático. Están registrados los eventos subjetivos, causativos, de modo ideal y desde el punto de mira del alma.
El registro akáshico constituye la impresión en la sustancia causal la forma más sutil de energía mental- de la esencia que destilan las experiencias humanas en relación con la iniciación del alma espiritual, que se conserva en el mundo causal y abstracto sólo disponible al iniciado como conocimiento iniciático.
La lectura de los registros en la luz astral se vale de la impresión en la sustancia psíquica del planeta de los incidentes de la existencia física condicionada de las personas.
Se trata de eventos y circunstancias de la vida material impresos en el aura planetaria en donde entra en juego el punto de mira de la persona humana, de la encarnación del alma.
Es el vidente o el medium mediador quien interpreta por sintonía áurica o desde el centro del plexo solar el sentido de esas experiencias materiales para el consultante, apelando semi-conscientemente a su sensitividad psíquica de una forma más o menos sistemática, según se pretende.