El naipe de El Ermitaño, el fraile, el monje, el cenobita, el anacoreta, el eremita, el peregrino, el anciano, el viejo sabio, simboliza pasO del tiempo, la vejez, la acumulación de experiencia y, por tanto, representa a los dioses Cronos y Saturno.
Es un arcano que, por antonomasia, encarna la figura del famoso filósofo y erudito griego Diógenes, que vivía muy frugalmente y en solitario dentro de un tonel y que se paseaba por las calles de Atenas con una linterna o farol encendido, diciendo: «Busco al hombre», como indicando que no había hallado a un hombre íntegro, al tiempo que señalaba que se buscaba a sí mismo, a la verdad del destino y del alma humana, a la verdadera luz interior.
Ese Diógenes de Sinope despreciaba las riquezas, las conveniencias sociales, reprendía los vicios de los poderosos y defendía la humildad. De ahí que para Jung ese arcano simbolice la introversión y el camino hacia el mundo interior, hacia el inconsciente.
En la mayoría de Tarots, en este arcano figura un ermitaño, fraile o anciano (El Viejo Sabio) que sostiene un farol con la mano derecha, que significa la búsqueda de la verdad espiritual, de la sabiduría interior, el verdadero camino para no extraviarse, la luz que sale del lado derecho (de la honradez, de lo correcto, de lo consciente).
El bastón, báculo o cayado que lleva en la mano izquierda para apoyarse en el suelo indica que hay que caminar con prudencia y tiento, andando lento y seguro, evitando los baches, hoyos y obstáculos. Incluso es un bastón que puede servir para apartar del camino a los pequeños reptiles (tentaciones) que puedan salir al paso, como en el Tarot La Escalera de Oro de Tavaglione, en que, además, es una vara para medir y contar todo lo que salga al encuentro de uno (tiene doce divisiones o partes, una para cada signo del Zodíaco).
Por otro lado, el hábito y manto que lleva el eremita significa la discreción, la austeridad, la humildad y la renuncia voluntaria al boato y pompa de la vida social y mundana.
En lo más negativo, es el mendigo, el hombre que ha rechazado las obligaciones del mundo y que sólo aspira a vivir de la limosna y de la caridad, lejos de las grandes ambiciones y pasiones.
En lo práctico y cotidiano, es una carta que manifiesta moderación, prudencia y cautela; de ahí que El Ermitaño se apoye en el cayado, como si fuera una tercera pierna o sostén, la de la experiencia y reflexión. Por ello es la antítesis de El Loco, el arcano que refleja la fogosidad e imprudencia juveniles.
El fraile indica, por consiguiente que hay que caminar despacio por la vida, mirando bien dónde se ponen los pies, sea en el plano de los negocios o de los asuntos personales. También significa la paciencia, el tiempo que todo lo cura, el espíritu de sacrificio que lo resuelve todo, la resignación ante lo imposible … además de la lentitud, del estudio, del recogimiento, de la espiritualidad, de la oración, de la piedad, de la caridad, de la humildad, del misticismo, de la religión, de ahí que sea otra de las cartas que represente al clero, al sacerdote, al religioso, a la religión y, por tanto, a las vocaciones y comunidades religiosas, sean del tipo que sean.
Es un naipe que expresa el estudio y la meditación, los deberes morales y religiosos, la iniciación espiritual, la sabiduría y que hay que relajar los nervios, calmar las tensiones y dominar las inquietudes por medio de la reflexión, del auto control y del relajamiento. Aquí pues, significa incluso la práctica del yoga.
En casos muy especiales, si la carta de El Ermitaño aparece a menudo, hay que pensar en que el interesado es muy espiritual o religioso (incluso puede ser un fraile, un sacerdote, un monje, un hermano), pero si el naipe está muy en contra (por ejemplo, en el lugar 2 del Método Péladan) entonces hay que pensar en todo lo contrario. Es decir, que es una persona contraria a la religión y que carece de los valores que simboliza El Ermitaño.
En el plano espiritual señala que hay que buscar la luz, la verdad y la sabiduría. Incluso puede señalar, como ya hemos dicho, la vocación religiosa del consultante.
De una forma u otra siempre indica que hay que seguir por el camino trazado con prudencia, moderación y mejoramiento personal por el estudio, la paciencia y la reflexión, rechazando impulsividades y audacias. Es por ello que, la mayoría de veces, cuando aparece El Ermitaño como respuesta a una pregunta sobre dinero, amor, negocio, empleo, beneficios, pensión, etc, manifieste que se retrasará lo que apetece.
Además, en cuestiones monetarias quiere decir que hay que aprender a vivir con estrecheces, austeridad y privaciones y que no hay que pensar en grandes dispendios; deben olvidarse de las ideas de grandeza y pensar con mayor humildad, tocando de pies en el suelo.
Y si se pregunta por la marcha de un negocio, quiere decir que se tendrán que hacer grandes sacrificios por el mismo, que sólo saldrá a flote con paciencia, que no dará beneficios, que habrán muchas dificultades para remontar el bache o la corriente adversa. A veces, este arcano recomienda el saber callar, el no explicar asuntos personales secretos familiares a nadie, el no hablar en balde, sobre todo en el lugar de trabajo, ya que lo que uno diga puede volverse en su contra.