Esta luz entra por los ojos de la carne, corre a través de nuestro cuerpo y fluye de dentro afuera con tal intensidad que puede incluso hacerse visible para los demás.
Esta luz vivida en mi pequeña experiencia son cientos de chispas llameantes en movimiento, tal como la llama que observas en lo alto de la Torre; cuando la luz de Dios se instala en nuestro interior, dándose a conocer, nuestros conceptos y dogmas humanos se derrumban y entonces todo es posible. Esta luz que se instala y gobierna hace posible la resurrección y la vida, resistirse a ella es la muerte.
LA TORRE simboliza todas las creaciones subjetivas elaboradas por el ser humano; por ello, este arcano sigue al denominado EL DIABLO, entre otros sentidos porque éste representaba, sobre todo, al mal, el cual es fundamentalmente producto de una interpretración humana; LA TORRE simbolizaría lo subjetivo de dicha interpretación, ya que lo único existente no es el mal en sí, sino las fuerzas en lucha por la evolución y que desde cada uno operan en distintas direcciones; curiosamente; vemos que lo que para unos es «malo» para otros es lo contrario, y viceversa.
A través de sus conceptos abstractos podemos vincular a ésta lámina con la historia de la Torre de Babel, producto del orgullo y auto engaño del hombre. Vemos en lo alto de la torre un rayo que desmorona la construcción de la misma; es la forma de destrucción por el fuego, que simboliza que, mas allá de todas las rutinas y convicciones atrapadas por el ego inferior, se percibe una libertad, que es un riesgo, mas también es un camino de acción personalizadora y purificadora; por ello, esta lámina nos puede ayudar para conseguir llegar hacia aquellos estados en los que las usuales defensas del ego flaquean y las máscaras caen a través de la introspección agudísima del ego superior.
De alguna forma, también en la simbología de LA TORRE podemos ver a todo ser humano que se encierra en el dogma oscurantista de una egoísta y absoluta verdad; por ello, meditar esta lámina número dieciséis conjuntamente con la número veinte, denominada El Juicio, puede hacernos llegar a cotas de comprensión y erradicación de los muros que a veces somos capaces de instalar a nuestro alrededor.
Su meditación constante ayuda a derribarlos y a ver objetivamente el panorama que quede a la vista.
El fuego en forma de rayo representa la llama purificadora por la que el humano será acrisolado cuando abandone su edificio de carne humana, efímero y material, para pasar a otros planos más sutiles, donde la película es tal cual es; por ello, yo recomiendo cautela a los efervescentes neófitos en la meditación trascendente; lo cierto es que hay que estar muy preparados para poder entrar en los planos astrales más puros, puesto que lo primero que se visita son los planos inferiores, y ahí es donde nos aguardan todas nuestras proyecciones vida tras vida, esperando ser depuradas algún día, alguna vez.
El hombre que vemos que cae tocando el suelo con sus manos simboliza a quienes volverán a retomar la fuerza de la tierra, renaciendo de nuevo para recomenzar su tarea no aprendida; por su posición en semicírculo, evoca la acción de la mano del hombre que ha operado sobre el ambiente y que, jugando su combinación constructiva, ha perdido el rumbo; esto simboliza el polo activo que puede hacernos retomar la acción correcta; rectificando se aprende.
El segundo personaje vemos que tiene un sentido de caída que es inverso al de este otro, pareciendo su posición más horizontal y más pesada. Simboliza lo pasivo, el humano que por falta de disciplina o por inercia ha sido incapaz de dominar totalmente a las fuerzas de las que se había pretendido apoderar, perdiendo el apoyo que esperaba de ellas y cayendo de nuevo a la materia; su caída no es el resultado directo de sus actos como en el primer personaje, sino la consecuencia de un descenso lento producido por causas ajenas.
La lámina, denominada LA TORRE o casa de Dios, como en algunos Tarots se la conoce, simboliza que Dios, al hallarse en todas partes, también está en «el edificio» (cuerpo) que para el hombre se establece, mas al no buscar el hombre a Dios dentro de sí mismo, en su interior reina la oscuridad; quiere esto decir que sólo introvertiendo la atención hacia el interior de uno se encuentra la luz de lo verdadero. La Torre y su fácil destructibilidad simbolizan a la mente inferior, aferrada y fundamentada en teorías falaces que se desvanecen con la experiencia personal; es inútil pretender ocultarnos nuestra propia verdad sin pagar un alto precio.