Haremos un círculo con doce velas blancas, convenientemente colocadas en su recipiente individual, en nuestro espacio personal; una vez sentados dentro, meditemos en esta lámina de la manera siguiente:
Imaginemos que por nuestro costado derecho del cuerpo sube un torrente de llamas y que por el izquierdo desciende un torrente de aguas azules; estando en contacto con el suelo, con los pies descalzos, vamos a ir moviéndonos en un balanceo sutil de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, balanceándonos con la intención de que las llamas penetren a las aguas y las aguas a su vez penetren a las llamas, «fuego yagua», pasión y emoción, sintiendo que una gran energía nos está envolviendo en forma de agua y llama, agua que no ahoga, fuego que no quema.
Si somos veraces, tenemos que darnos cuenta de las muchas veces que hacemos caso omiso de aquellas maravillosas palabras del Maestro que decían: «No juzgues y no serás juzgado», o aquellas otras: «Con la vara que midas serás medido.»
¿Cuántas veces somos inflexibles con aquellos defectos de las personas ajenas a nuestro ámbito y qué flexibles somos, sin embargo, con los propios, o con los de las personas a las que amamos?
Esto debería hacernos pensar…, sobre todo si recordamos que la esencia del universo es el AMOR A TODO. Para alcanzar esto te recomiendo que observes y medites esta lámina conjuntamente con la número SEIS, los Amantes.
El color a pintar en sus zonas blancas es el amarillo dorado; el cual, al mirado, te creará el sentimiento de poder elevarte por encima de cualquier obstáculo, también los azules claros y los verdes tipo olivino (piedra volcánica, que puedes encontrar en la isla de Lanzarote o Tenerife).
Esta lámina te ayudará a restaurar el equilibrio, te dará conocimientos de ti a niveles muy profundos y, si no eres feliz en tus circunstancias presentes, te dará sabiduría para encontrar nuevas perspectivas; su meditación equilibrará tu corazón a niveles muy profundos, los cuales te harán irte transformando de un modo equitativo.