El hombre y la mujer que ocupan el centro de la carta simbolizan la dualidad terrenal. Se acarician cariñosamente y parecen relajados y felices.
Tan solo sobresale hacia fuera de la Tierra una tercera parte de sus cuerpos ya que con la parte restante se encuentran profundamente enraizados con el centro de la Tierra.
Están rodeados de representantes de los seres vivos, los animales (pez y oruga), las plantas (flores) y los minerales. Estos seres vivos son asimismo símbolos de la dualidad: las flores muestran la belleza, el florecer y el marchitar, el pez es símbolo de la fertilidad, de la vida y de la muerte; los cristales transparentes representan el ser consciente y la materia, simbolizan la luz en la oscuridad de la Tierra.
La oruga es el símbolo del camino hacia la transformación: pertenece a los animales considerados «inferiores», la categoría más baja de los seres vivos, resultan repulsivos y destructores y por ello son aniquilados.
Sin embargo, en su forma transformada, es decir, como mariposa, la druga es valorada y está bien vista. Pero si no hubiera oruga, no habría mariposa.
También nosotros crecemos a través de la dualidad, nos tenemos que enfrentar con aquello que nos gusta y con lo que no nos gusta. La vida terrenal nos alimenta y hace posible que maduremos, la transformación en crisálida.
El camino de la dualidad nos conduce finalmente al reconocimiento consciente de la unidad.
El puente que se encuentra sobre las cabezas de la pareja une el mundo terrenal, toda la evolución del hombre con las más altas esferas de la conciencia. Los pórticos abiertos de los lados facilitan una visión libre.
En el otro extremo del puente se encuentra la conciencia más alta, la luz divina. Sin embargo, no es necesario cruzar primero el puente para establecer contacto con esa luz.
La luz está presente en toda la realidad terrenal y se refleja sobre las cabezas de la pareja, en el centro del suelo, sobre la hoja, la oruga y las puntas afiladas de los cristales.