Como advertencia general conviene no pedir más de lo que se necesita, ni más de lo que se puede devolver, puesto que todo aquello que es concedido tiene su contrapartida, es decir, debe devolverse el favor en reciprocidad y agradecimiento.
La utilización de las velas no es un juego, sino que responde a un protocolo determinado del que no conviene abusar. Recurrir sistemáticamente al uso de las velas como medio para pedir que se solucionen los problemas sin que el propio individuo actúe para solventados sólo puede llegar a crear una insana dependencia. La magia ayuda sólo a quienes se esfuerzan por sí mismos en alcanzar unos objetivos y es evidente que una vela por sí sola no hace milagros.
No se trata de creer en supersticiones sino de actuar conforme a la propia responsabilidad de cada uno. Sólo hay que encender una vela y realizar el ritual cuando exista la necesidad de recurrir a ello.
Por este motivo, antes de empezar conviene saber qué se desea, cómo debe pedirse, por qué y para quién -puesto que se puede pedir para uno mismo o para otra u otras personas-, y, en caso de que se pida para otra u otras personas, debe contarse con el consentimiento de estas. Este último dato es importante: si no se cuenta con la aprobación de quienes han de beneficiarse de las peticiones que se van a realizar, es mejor no iniciar el ritual puesto que este sería inútil e incluso podría volverse en contra de quien lo practica.
Hay que tener presente que la vela puede servir como elemento de adivinación, como medio para curar a un enfermo, para pedir protección, como expresión de deseo de bienestar o simplemente como guía espiritual y ayuda en la propia meditación. Una vez que se haya definido el objetivo, los motivos, las finalidades y el destinatario, y antes de proceder al encendido, todavía habrá que definir el lugar donde se celebrará la invocación.
Se recomienda que para practicar el ritual se disponga de una habitación o de un lugar específico que reúna unas determinadas condiciones. Preferiblemente, debería desarrollarse en un habitáculo privado, aislado del entorno, puesto que así se facilita la capacidad de concentración del oficiante, el poder magnético fluye con facilidad y el ritual gana en efectividad.
Cuando ya se haya escogido el lugar que según las características y posibilidades de cada uno sea el más adecuado, se preparará el altar. Este elemento no es imprescindible, pero ayuda a que la potencialidad del rito sea más efectiva. Basta con utilizar una mesa, cubierta con una tela o paño que se dedicará exclusivamente a los fines rituales.
Otro de los aspectos que conviene tener en cuenta es el día e incluso la hora en los que tendrá lugar la celebración. Como se explica en los capítulos siguientes, según sea el deseo que se vaya a formular y la finalidad del mismo, conviene consultar cuáles son los momentos más apropiados para iniciar el rito puesto que una misma celebración, con idénticos objetivos, deseos, motivaciones y finalidades puede dar resultados distintos según sea el momento en que se celebre.
Así mismo, una de las recomendaciones que conviene seguir para llevar a cabo la práctica del ritual es la utilización de elementos que sirvan para reforzar el efecto del trabajo. Como también se indica en los capítulos siguientes, se pueden utilizar determinadas piedras, plantas, perfumes, metales u oraciones. En lo que a perfumes se refiere, la utilización del incienso es una de las más recomendadas.
En cuanto a la vela, si bien hay quienes prefieren utilizar ejemplares de formas rebuscadas (cuadradas, grabadas, piramidales, fálicas, etc.) conviene recordar que las simples velas normales y corrientes son tan efectivas como cualquier otra, independientemente de los materiales que se hayan utilizado en su elaboración (excepto en el caso de las velas de pura cera de abeja) y de su forma.
Conviene también recordar que sólo debe usarse una vela por cada uno de los ritos que se celebren. Una vela utilizada para un determinado acto no puede generalmente usarse para otro, puesto que la finalidad no es la misma. Así pues, conviene disponer de varias velas y encender una nueva por cada celebración (excepto cuando el ritual sea de refuerzo, es decir, la repetición de un ritual ya realizado anteriormente, que ahora se repite para reforzar su efectividad).
Precisamente la última recomendación trata del encendido de la vela. Como se ha dicho anteriormente, se recomienda que este se realice con una cerilla (preferiblemente de madera), con otra vela, con varillas o papeles preparados para este fin y no con un encendedor.
Una vez que se hayan seguido todas estas recomendaciones, aquellas personas que lo deseen estarán preparadas para iniciar el rito.