Vivimos en un mundo en crisis, no solamente moral y de fe, sino económica, y cada vez son más numerosas las personas que intentan por algún medio, más o menos esotérico, que su negocio goce de las caricias de la diosa fortuna.
Conocemos el caso de comerciantes que antes de empezar un nuevo día laboral celebran algún pequeño ritual.
Solo abrir el establecimiento, el dueño o encargado del negocio, lanzará al suelo una pequeña porción de sal, y sobre ella, algunas gotas de agua, tras lo cual recitará para sus adentros, CON MUCHA FE:
«Sal y agua, ayudadme, que ni voluntad ni propósito desconocido, puedan perjudicarme, y que los elementos poderosos a los que estoy llamando, estén en perfecto acuerdo conmigo ¡Cúmplase mi voluntad!»
La fe, acompañada de los poderes de los elementos, serán quien provocará la reacción que nos permitirá una mejora en nuestra situación.
Tengamos en cuenta la famosa frase del ocultista y mago Alan Clear quien nos dice:
«Tengamos presente que es el sentimiento que generamos, aparte de la ayuda exterior, quien genera que se produzca el poder para obtener lo que deseamos».
Es la química cerebral transmutada a través de la alquimia, y esto lo podemos asegurar, pues sin nuestro esfuerzo mental y nuestra fe, es muy difícil por no decir imposible, conseguir algo en el mundo de lo mágico.