Con motivo del estreno de la película Signos (Signs) protagonizada por los actores Mel Gibson y Joaquin Phoenix, la presentadora canadiense Karen Bulow comentaba a su público en la estación radial CFRB en Toronto: «No sé por qué hay tanto interés en los dichosos círculos, soy de Saskatchewan, y venimos experimentándolos desde hace años».
El comentario jocoso de la presentadora hacía eco de las creencias de los canadienses de la lejana provincia de las praderas, un lugar donde podía suceder de todo, desde encuentros con OVNIS y Bigfoot hasta -como no- círculos en las cosechas. Pero los vecinos de la cosmopolita Toronto tal vez se habrían sentido menos seguros al saber que en 1.993, al otro lado del Lago Ontario, la pequeña población de Medina (estado de Nueva York, EUA) había recibido un extraño regalo de origen desconocido: un enorme y todavía inexplicado circulo justo en medio de los trigales y maizales de la región.
No se trataba de uno de los complejos y portentosos círculos británicos, llenos de posibilidades matemáticas, astronómicas y filosóficas, sino una enorme circunferencia apta para los sembrados de los sencillos granjeros estadounidenses. Las autoridades no supieron qué decir sobre el asunto, y los investigadores de dichos temas tomaron fotografías y lanzaron toda suerte de conjeturas.
Solo el granjero, nacido en Medina, pidió que los forasteros hiciesen sus pesquisas lo más pronto posible y que lo dejaran en paz ya era agosto, época de cosechar el maíz y llevarlo al mercado. Conocidos como círculos de maíz, círculos de cultivo, agriglifos y por muchos nombres más, el fenómeno de los extraños diseños que aparecen en los cultivos en distintas partes del mundo desde hace décadas han representado un misterio apasionante para los que se han dedicado concretamente a su investigación, adoptando el mote de «cereólogos» (cereologists, en inglés).
Muchos investigadores llegaron al tema por medio de la ufología (estudio de los OVNIs), mientras que otros lo hicieron motivados por el mero hecho de encontrarse ante el enigma de como fueron creados estos enormes diseños. Al comienzo de la nueva oleada de interés en los circulo de maíz, que data de comienzos de los años ’80, se consideraba -al menos entre los ufólogos-que estos círculos representaban un perfeccionamiento de los antiguos «nidos de platillos» (saucer nests, en inglés) que aparecían con frecuencia en la casuística de los primeros avistamientos OVNI en Estados Unidos y muchas partes del mundo.
Era posible creer que los nuevos círculos de trigo, de dimensiones prodigiosas, representaban el aterrizaje de naves de otro mundo, cuyos sistemas de propulsión antigravitatoria -dignos de la ciencia ficción- aplastarían el maíz sin dañarlo. La explicación valía, tal vez, para los círculos sencillos como el de Medina, pero… ¿que clase de aparato podría haber hecho las formaciones británicas? Los círculos de maíz se caracterizan por el hecho de que las plantas de maíz quedan torcidas, pero no dañadas, durante el proceso de formación del círculo; en ciertos diseños, existen anillos sumamente angostos que rodean la imagen principal, siendo un rasgo sumamente difícil de falsear.
No solo eso, sino que las plantas quedan dobladas en direcciones opuestas, entrelazadas para formar capas múltiples. Los testigos que han tenido la suerte de presenciar la creación del fenómeno coinciden en que «una fuerza invisible» parecía ejercer presión desde el aire mientras que se escuchaba un sonido parecido al batir de las alas de un pájaro o un zumbido agudo, casi eléctrico, que causa averías en equipos electrónicos.
A veces pueden verse destellos luminosos de color azul, rojo y anaranjado. El misterio, según los expertos, apareció por primera vez en Australia en 1.966, donde los vecinos de la provincia de Queensland, tierra de pantanos y serpientes venenosas, descubrieron óvalos perfectos y sencillos cuya creación no podía achacarse a la acción humana. Fue entonces que se les tachó de «nidos de platíllos» y pasaron a formar parte de los enigmas pendientes de la ufología.
En agosto de 1.980 se descubrieron los primeros diseños circulares cerca de Westbury en la comarca británica de Wiltshire, famosa por su actividad ovni. En aquel momento, el investigador Ian Mrzyglod pensaba que se trataban de marcas producidas por el aterrizaje de un platillo volador, pero el físico Terence Meaden consideraba que los círculos de Wiltshire tenían un origen mucho menos dramático, siendo producidos por tolvaneras, que se producen en Gran Bretaña más que en ningún otro lugar en el planeta.
La actividad, en consonancia con las teoría de Meaden, se repitió durante los siguientes veranos, sobre todo el de 1.983, al grado de que la prestigiosa revista Flying Saucer Review publicó varias noticias de Colin Andrews y Pat Delgado sobre las «formaciones», que ahora aparecían entrelazadas con una complejidad intrigante y geométrica.
Esto obligó al físico Meaden a revisar su teoría, agregando la posibilidad de que «fuerzas eléctricas y torbellinos múltiples con forma de embudo» pudiesen ser la causa del asunto, pero la teoría comenzaba a sonar más extraña que el fenómeno plasmado en los trigales británicos. La prensa comenzó a sospechar fraude a la par que miles de personas comenzaban a interesarse por el fenómeno de los círculos de maíz, considerándolos como mensajes de otro mundos o pedidos de ayuda por parte de la «madre naturaleza» a raíz de los desmanes de la humanidad.
Para mediados de los ’80, la organización ufológica BUFORA se constituía como la autoridad máxima en cuanto a los círculos británicos, y los principales exponentes de esta vertiente investigadora -Andrews, Delgado, George Wingfield y Jenny Randles- dominaban las páginas de las revistas sobre el tema y la autoría de una recopilación de ensayos, Mystery of the Circles (El misterio de los círculos, publicado en 1.986). Curiosamente, Mrzyglod, el primero en interesarse en el tema, se apartó de la ufología completamente, molesto por la «carencia de sentido común» entre los interesados por el fenómeno.
Los investigadores de BUFORA opinaban que los círculos eran el resultado de efectos meteorológicos y en pequeña medida, el producto de fraudes. Esta sería la última vez que los cuatro grandes estudiosos se verían de acuerdo al respecto: para 1.990, Andrews y Delgado seguirían una vertiente paranormal, atribuyendo la creación de los círculos a «fuerzas desconocidas» mientras que Jenny Randles se aferraba a las conclusiones más prosaicas como los vórtices de viento, sustentándose en la teoría de los vórtices electromagnéticos de Meaden.
En 1.985, sólo había un total de 17 círculos de maíz; para 1.990, la cifra superaba más de mil. Mientras que los expertos cambiaban de parecer o se aferraban a sus teorías, las formaciones seguían multiplicándose prodigiosamente, creando conciencia entre el público al grado que en 1.991, la recopilación de la obra musical del grupo inglés Led Zeppelin ostentaba un complejo círculo de maíz en su portada: el famoso «pictograma doble» de julio de 1.990, formado en West Kennett Long Barrows, Wiltshire.
Aunque BUFORA defendía a ultranza las teorías de los vórtices electromagnéticos o plasmáticos de Terence Meaden, y organizaciones como MUFON también siguieron la vertiente «científica», el fenómeno de los círculos de maíz presentaba características que rayaban en lo místico. Algunas de las formaciones británicas (los pictogramas de Lansing y Haddington, ilustrados en la revista Cereologist de julio de 1.991) parecían mostrar el implemento religioso hindú denominado vajra, emblema de lo inquebrantable, que también aparece en el arte de las tribus nativas del oeste norteamericano.
No pocos afirmaban haber tenido experiencias sobrenaturales al internarse dentro de los círculos. La Sra. Bryce Bond se sintió paralizada de manera repentina mientras que una voz le decía: «Venimos en son de paz. No te lastimaremos. Estás en el medio de nuestra nave espacial. No somos de tu dimensión». (Cereologist, primavera 1.991).
Otros testigos afirmaron haber experimentado «cambios de tiempo» dentro de los círculos, y de haber visto fogatas rodeadas por campesinos medievales desde su perspectiva. Algunos psíquicos dijeron que era posible predecir el momento en que se produciría uno de los extraños fenómenos, aunque sólo tuvieron éxito en vaticinar el lugar, no la hora. Los círculos de maíz también se vieron conectados con las apariciones marianas de Medjugorje, en la antigua Yugoslavia.
Entre los mensajes recibidos por los jóvenes videntes de la Virgen que se manifestaba en dicha población bosnia figuraba la predicción de que en el mes de junio de 1.991 la Virgen dejaría una marca permanente en la tierra, evento interpretado como un circulo de maíz de grandes dimensiones o complejidad. Las intrigantes formaciones geométricas aparecían como hongos en un mundo consternado por los avistamientos ovni de Bélgica (1989-91), los secuestros por alienígenas y las delirantes historias sobre extraterrestres y bases subterráneas en el oeste norteamericano.
La reacción de la ufología estadounidense consistió en agregar el fenómeno de los círculos de maíz a la volátil mezcla de fenómenos que se manejaban en el momento. Algunos, como Jon Erik Bekjord, se lanzaron a la tarea de «descifrar» los círculos, empleando alfabetos antiguos como el tifinagh de los beréberes y el ogham de los antiguos celtas, obteniendo mensajes que decían «huyan de este sitio» y afines.
Algunos estudiosos del nuevo fenómeno lo denominaron UGM o unidentified ground markings (marcas terrestres no identificadas), ya que los círculos, si bien manifestaron una preferencia por los trigales de Wiltshire, se producían sobre césped, nieve y otras superficies en otras partes del mundo. En 1.991, el científico W.C. Levengood analizó muestras tomadas a un círculo aparecido en la población de Dandrige, Tennessee (EUA) un año antes, descubriendo que las emisiones de partículas alfa eran mucho más bajas de lo normal en dicho círculo.
Se especuló que «algo» cambiaba la composición química de la tierra para que absorbiera agua, absorbiendo las partículas alfa. Dicha posibilidad serviría para corroborar la teoría de los vórtices plasmáticos del inglés Meaden. «La fuerza detrás de estas formaciones», declaró el sabio, «está alterando la biofísica y la bioquímica fundamental de estas plantas». Otro estadounidense, Sheldon Wernikoff, logró duplicar en el laboratorio «los vórtices múltiples de plasma» propuestos por Meaden. (Mufon Journal, Octubre 1.991).
El estado de Pennsylvania experimentó sus propios «agriglifos» el 24 de mayo de 1.992, cuando formaciones extrañas aparecieron en los trigales de Linfield y Limerick, a poca distancia entre sí. Bruce Rideout, psicólogo de la universidad de Ursinus, fotografió ambos fenómenos y tomó muestras. Según la investigadora Linda Moulton Howe, las secciones de trigo daban el aspecto de haber sido «peinadas» en direcciones opuestas, y también fue posible apreciar un ligero doblaje o reorientación de los nódulos de crecimiento del trigo.
Howe piensa que las formaciones pueden ser «marcadores hechos en tejido viviente, creados por una inteligencia avanzada para controlar experimentos realizados en el pasado, presente y futuro del planeta». En la lejana Saskatechewan, donde los círculos de maíz son cosa común, algo sumamente raro ocurrió el 29 de agosto de 1.992. Cerca de la población de Milestone, un granjero descubrió que un simpático puerco espín había quedado «aplanado» en forma de equis -como en los dibujos animados- justo en medio de un círculo aparecido en un trigal.
El animal, con peso promedio de veinte libras y estatura de doce pulgadas, había sido inexplicablemente compactado a un grosor de tres pulgadas. Joe Rennick, el propietario del cultivo manifestó que el animal silvestre debió haber quedado atrapado al borde del círculo justo cuando se estaba formando. Dado que los puerco espines forman una bola espinosa como protección contra sus enemigos, es posible que el animal haya rodado hasta el centro del círculo en formación, donde fue aplastado por fuerzas desconocidas.
Los puerco espines parecen tener mala suerte: en 1.989, en Estevan, Saskatechewan, otro puerco espín había muerto dentro de dos círculos eslabonados. El animal había quedado completamente carbonizado, descomponiéndose en una sustancia parecida al hollín. Los laboratorios de la policía montada canadiense (RCMP) determinaron que la sustancia carbonizada no había sido producida por ninguna clase de fuego o calor. Mientras que los creyentes en el fenómeno de los círculos de maíz meditaban sobre el posible orígen de los mensajes que encerraban (el «visualizador remoto» Ed Dames, director de la empresa Psi-Tech, alegó haber visto platillos volando a baja altura sobre los cultivos, creando las formaciones), no se dieron cuenta de que un gran nubarrón se acercaba, amenazante, para nublar su felicidad.
No se trataba en este caso de siniestros «hombres de negro» ni agentes del gobierno con ordenes de suprimir toda la información sobre los círculos, sino dos ingleses de edad avanzada, vecinos de Southampton, frecuentadores de pubs y con un sentido del humor innegable. Sus nombres: Dave Chorley y Doug Bowen, mundialmente conocidos como «Dave y Doug», como si se tratara de una antigua pareja de comediantes de vodevil.
Dave y Doug irrumpieron en el mundo de los círculos de maíz inesperadamente, alegando haber falsificado los primeros círculos de maíz en 1.975 inspirados -como no- en los misterioso nidos de ovnis en Tully, Queensland (norte de Australia) lugar en el que había residido Doug Bowen durante la década de los ’60. Una noche, compartiendo cervezas en un pub, Bowen le dijo a su amigo que no sería mala idea hacer un círculo parecido a los «nidos» australianos para ver la reacción de la comunidad ufológica.
Valiéndose de una barra de hierro y un instrumento diseñado especialmente por ellos, bautizado «el aplastatallos» (una tabla de madera atado a una cuerda), Doug y Dave se lanzaron a la tarea de fabricar los famosos agriglifos. Pero se toparon con el problema de que la prensa británica no parecía estar interesada en lo más mínimo en sus logros. No sería hasta casi seis años después, según ellos, que estando a punto de desistir en su empeño, los medios hicieron eco del «triple círculo» de Cheesefoot Head.
Entusiasmados, los dos amigos siguieron sus actividades con aún más ahínco y en el mayor de los secretos, aunque uno de ellos -Bowen- se vio obligado a confesar la naturaleza de sus actividades a su mujer, quien sospechaba que sus actividades nocturnas tenían que ver más con la infidelidad que con el ingenio. En breve, mientras que los dos amigos se desternillaban de risa al ver las reacciones que producían sus círculos entre los miembros de la comunidad ufológica inglesa y los «cereólogos», se dieron cuenta de que habían surgido otras formaciones en el maíz que no eran de su autoría, pero que tampoco llevaban la firma de los marcianos: Bowen y Chorley habían dado luz a una serie de grupos falsificadores de círculos que adoptaban nombres jocosos como La pandilla de Bill Bailey, Circlemaker4 y otros.
Entre los nuevos falsificadores se encontraba un joven periodista estadounidense, Jim Schnabel, quien acabaría por documentar sus vivencias en el libro titulado Round in Circles, que describe no sólo la manera de falsificar círculos -hasta los más complejos- sino las reacciones francamente paranóicas de los integrantes de la cereología: estos últimos opinaban que Doug y Dave no eran más que «tontos útiles» utilizados por los servicios de inteligencia para restarle prestigio al fenómeno de los agriglifos.
También afirmaban que los periódicos que reproducían las fotos de los círculos estaban vinculados al gobierno, que uno de los granjeros afectados por las formaciones compartía el mismo apellido que el director del periódico había realizado «labores de defensa para el gobierno, o que un periodista que postulaba un acercamiento escéptico a los círculos de maíz era nieto de un ministro del gobieno de la ex-primer ministro Thatcher,demasiado cerca del gobierno como para no ser espía», escribe Schnabel.
Ni decir tiene que las declaraciones del joven periodista cosecharon poca simpatía entre los cereólogos: Schnabel pasó a formar parte del bando de los malosos y espías que intentaban suprimir «la verdad» de los círculos de maíz. Por otro lado, los cereólogos creyeron haber obtenido su «santo grial» en una videograbación que mostraba una bola de luz bajando del cielo, orbitando un sembrado a alta velocidad y formando un círculo de maiz antes de salir disparado a gran velocidad.
El vídeo conocido como «Oliver’s Castle», representaba la respuesta al engima, hasta que se descubrió que la persona que presentó la filmación era un experto en efectos visuales. La revista británica UFO Encounters acabó publicando un artículo que descartaba rodaje como un fraude más.
Pero existían argumentos más racionales para contradecir la afirmación de que todos los círculos de maíz eran fraudulentos: Bowen y Chorley no podían adjudicarse, por ejemplo, el enorme agriglifo de Saskatechewan de 1.974, y menos los ocurridos en otras partes del mundo, especialmente cuando algunos de los círculos canadienses en 1.991 y 1.992 se formaron durante las noches en que los dos bromistas ingleses creaban sus propias formaciones en los campos de Wiltshire. También se da el caso de que los círculos fraudulentos no presentan los cambios a nivel celular detectados en EUA, Canadá y el Reino Unido, y mucho menos las diferencias magnéticas y radiactivas. Dave Chorley falleció a fines de los ’90, y una nueva generación de «artesanos del maíz» ha surgido para proseguir la labor de crear círculos en los campos ingleses todos los veranos.
Sus actividades han sido documentadas por los camarógrafos de una variedad de programas de televisión, aunque las formaciones creadas por estos grupos no exhibe la perfección de los círculos elaborados por fuerzas desconocidas hasta el momento. «Si digo que soy capaz de concebir otro mundo que se encuentra en comunicación secreta con ciertos habitantes ocultos de esta Tierra, digo que también puedo concebir que otros mundos estén tratando de establecer comunicación con todos los habitantes de esta Tierra…» Estas palabras de Charles Fort, el gran estudioso de lo paranormal, escritas a comienzos del s. XX, representan para muchos la clave del misterio de los círculos de maíz.
Los que se suscriben a la creencia de que los círculos de maíz representan formas de comunicación también admiten la posibilidad de que el destinatario de dichos mensajes no sea nuestra humanidad, sino otros seres avanzados y ocultos que comparten el planeta. El mejor ejemplo sería imaginar al hombre o mujer que recoge el correo de su buzón y pone las cartas sobre una mesa o una silla, donde un perro o gato pueda olfatear los sobres o revistas y hasta echarlos a tierra, si quiere… pero la mascota jamás sabrá su propósito ni contenido, ya que no están dirigidos a ellos (con la excepción de la carta del veterinario, recordando al amo que es hora de vacunar a sus mascotas).
Por otro lado, la película Signs nos presenta los círculos de maíz no como medios de comunicación, sino como puntos de referencia de navegación, indicadores utilizados por invasores extraterrestres para coordinar sus operaciones, hecho que ha suscitado la cólera de muchos investigadores. El controvertido investigador Steven Greer, director del Proyecto Disclosure, manifestó que «distintas fuentes en los medios de comunicación y los servicios de inteligencia le habían advertido que se haría todo lo posible por fomentar el temor hacia los ovnis y los ET.
Después de todo, para tener un enemigo, hay que lograr que la gente sienta odio por un individuo o grupo de personas, o en este caso, todo un género de seres». Se refirió al guión de Signs como un ejemplo de «demonización de los ET, con una interpretación sumamente limitada del fenómeno de los círculos de maíz».
Por Scott Corrales