La antigua América (3)

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Aunque nuestros científicos dividen ese pasado de nuestra Tierra en edades geológicas y enseñan que los cataclismos han cambiado suelos en mares y mares en suelos, la opinión popular guiada por el Génesis reconoce vagamente s6lo dos períodos, antes y después del Diluvio. Los indios y aztecas tienen un conocimiento más exacto. Coinciden con hindús, griegos, escandinavos e irlandeses en que cuatro precedentes Eras del Mundo florecieron y fueron destruidas.

Los Pawnees enseñaban que cuando la Luna se oscureciese, el Sol se tornase opaco, y las estrellas del Norte y del Sur bailasen en el firmamento, la Tierra sería destruida por lluvias de meteoros, probablemente memorias raciales de los mismos cataclismos cósmicos registrados en el Antiguo Oriente.

Decían cómo Tirawa Atius había puesto gigantes en la Tierra, los cuales se habían vuelto soberbios y habrían de ser destruidos en grandes inundaciones (leyenda repetida por los indios Creek). Recordaban gigantes caníbales, diluvio, monstruos y poca gente salvada.

Los navajos llaman a nuestro mundo actual el Quinto mundo. Sugieren que los hombres viajaron de mundo en mundo como por el espacio, pero pueden referirse realmente a nuestra propia Tierra a través de cinco Eras en el tiempo. Los mayas tenían un concepto más profundo del Tiempo y al parecer creían en el Ciclo Eterno, cuando la Creación acabaría y volvería luego a sus comienzos, como también lo enseñaban los yogis, los griegos y nuestros propios científicos.

Los nahuas de la altiplanicie mexicana relatan en los Anales de Cuanmtlan que nuestra Era presente del Quinto Sol está declinando, todas las criaturas sufren continuas pruebas de los dioses, y si alguna especie falla es destruida… notable anticipación de los paleontólogos actuales.

El historiador nativo mexicano Ixtlxochitl describe en su Historia Mexicana sólo cuatro edades.

La primera fue Atonatiuh (Agua-Sol), cuando todos los hombres perecieron en una gran inundación; la segunda, Tlachitonatiuh (Tierra-Sol) terminó con violentos terremotos cuando los quinames, los titanesaztecas fueron destruidos, probablemente el cataclismo que se tragó a la Atlántida; la tercera, Ecatonatiuh (Viento-Sol), diezmó a la raza humana con terroríficos huracanes, reduciendo a los pocos supervivientes al nivel de los monos.

Estamos aún viviendo en la cuarta edad, Tlatonatiuh (Fuego-Sol), destinada a ser destruida por el fuego, hecho profetizado por supuestos seres espaciales, que previenen sobre la inminente intrusión de un segundo Sol en nuestro sistema solar, causando una conflagración planetaria.

El etn6logo francés Jacques Soustelle, renombrado por sus brillantes estudios sobre los mayas y por su tormentosa política, cree que nuestra civilización es la quinta de una serie y es seguro que seguirá la suerte de las cuatro precedentes.

El destino humano sube y baja en ciclos. Los desdichados indios del Yucatán se mueren de inanición entre las ruinas de un antaño próspero pasado.

Los antiguos quichés creían que sus primeros padres fueron brujos y hechiceros.

Eran capaces de saberlo todo, y examinaron los cuatro ángulos, los cuatro puntos del arco del firmamento y la cara redonda de la Tierra». Tal conocimiento de los cielos y de la esfericidad de la Tierra sugiere que estos primeros hombres pudieron viajar por el Espacio.

Su sabiduría era tan vasta que al Creador y Hacedor le desplació y dijo: «No está bien lo que nuestras criaturas, obra nuestra, dicen; conocen todo lo grande y lo pequeño.» Los dioses celebraron consejo y nublaron la vista de los hombres, destruyendo su saber y conocimiento. Para confundir su juicio, mientras los hombres dormían el Creador hizo para ellos bellísimas mujeres.

El Popol Vuh empleó en Guatemala términos casi idénticos al Génesis III, 22: «y dijo el Señor Dios: Ved aquí al hombre que se ha hecho como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; no vaya ahora a alargar su mano, y tome también del fruto del árbol de la vida, y coma de él, y viva para siempre.»

Dios creó a Eva de una costilla de Adán mientras éste dormía.

Es curioso observar que Hesíodo, en Grecia, a miles de millas de Guatemala, escribiera que en la Edad de Oro los hombres vivían sin mujeres… un paralelo de Adán antes de Eva.

Otras leyendas revelan que los primeros habitantes de la Tierra fueron los uranidas, una antigua raza estelar que colonizó nuestro planeta, y que se asemejan a aquellos omniscientes «primeros padres» mencionados en el Popol Vuh.

Según la cuestionable Cosmogonía Glacial de Hans Hoerbiger, cuando la última Luna asomó cerca de la Tierra, su poderosa atracción gravitatoria produjo un gigantismo en la vegetación, los animales y el mismo hombre.

Durante el período sin Luna, con una atenuada radiación cósmica, la estatura humana decreció hasta que la captura de la Luna, la nuestra actual, hacia el año 12000 antes de J. C., promovió nuevamente el crecimiento. La teoría de Hoerbiger no explica la existencia de pigmeos, quienes según se cree han habitado la Tierra durante treinta millones de años, si bien pudieron haberse producido cuando no hubo ninguna Luna en el firmamento. Según parece, el doctor.

M. K. Jessup tuvo acceso a fuentes recónditas concernientes a los seres espaciales y otros misterios. Se preguntaba si el pigmeo no estará relacionado con los gigantes como el actual lagarto lo está al dinosaurio. Referencias de presuntos testigos oculares de extraterrestres aterrizando en nuestros días hacen mención a sorprendentes diferencias de estatura. Quizá gigantes y pigmeos fuesen originarios de diferentes planetas.

Los navajos y mayas creen en cuatro precedentes edades del mundo, implicando que tenían conocimiento del primer ciclo de la Humanidad en torno al Polo Norte, y del segundo ciclo habitando la región Hiperbórea, el continente circumpolar donde los seres espaciales aterrizaron probablemente tras su aproximación a la Tierra a través del paso del norte en los cinturones de radiación Van-Allen.

Tal conocimiento prueba que los indios americanos poseían muy antiguas tradiciones que databan hasta del período carbonífero de vegetación gigante y reptiles, cuando la América del Sur y la Central formaban parte del continente sur de Gondwana.

Los indios zuni conservan recuerdos transmitidos de monstruos reptilescos. Un tiranosaurio contemporáneo del hombre se hallaba dibujado en una roca del Cañón Hava Supai, Arizona.

Utensilios metálicos fueron hallados profundamente encajados en capas carboníferas como si hubiesen caído entre los árboles antes de que fuese comprimido el carbón.

El 11 de junio de 1891, el Times daba la noticia de que S. S. Culp, de Morrisonville (Illinois), al partir un pedazo de carbón descubrió en su interior encajada en forma circular una cadenita de oro de unas diez pulgadas de longitud, de antigua y rara labor; el oro era de dieciocho quilates y la cadena tenía un peso de 192 gramos.

El profesor R. W. Gilder descubrió en Nebraska y Kentucky huellas de una civilización terciaria repentinamente destruida por la Era Glacial.

Por W. Raymond Drake

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