Leyenda. Virgen y mártir que vivió en la Roma de los siglos II y III de Nuestra Era, santa Cecilia tuvo fama de mujer pura y refinada, tocadora de arpa inspirada por los ángeles, que también la instaban a mantenerse casta y pura pasara lo que pasara. Cecilia se casó joven y enamorada, pero siguió el consejo de los ángeles y sólo le dio su amor espiritual a su marido, quien acabó respetando dicha decisión después de ver, él también, a los ángeles. Sufrió martirio dentro de un horno, donde esperaban que muriera, pero del horno salió más bella y más pura de lo que había entrado, y el verdugo, espantado del prodigio, tuvo que darle cuatro tajos para poder decapitarla, convirtiendo su final en una verdadera carnicería.
Atributos. Se le pinta de diversas maneras, pero casi en todas, ya sea sacrificada y tendida en tierra, o de rodillas ante su amado, suele ir acompañada de los instrumentos musicales de su patronazgo.
Poder. Es patrona de músicos, en primer lugar, pero también lo es de poetas y cantantes, y de fabricantes y vendedores de instrumentos musicales. Protege contra los males de oído y garganta, pero también cura las infecciones de los órganos sexuales, los problemas intestinales y actúa decididamente contra nostalgias y depresiones. Armoniza y mejora el ambiente, y atrae buenas oportunidades de trabajo, sobre todo a sus principales fieles, los músicos.
Ritual. Su día se celebra el 22 de noviembre, tanto en iglesias como en escuelas de música. Le gustan las velas doradas o de cera natural, los inciensos de aroma suave, la música de órgano y las ofrendas con forma de instrumentos musicales, y también que se celebre su día con pasteles y licores dulces.