Leyenda. Cuenta la leyenda que este santo del siglo 1 de Nuestra Era se llamaba Réprobo, y que cambió su nombre al entregarse a Cristo, en un acto harto curioso. Resulta que Réprobo era un pagano grande y bondadoso que buscaba más espiritualidad en su vida, y acudió a un ermitaño místico para pedirle consejo, y éste le dijo que se dedicara a ayudar a los demás pasándolos de un lado al otro del río, para que no se ahogaran ni se los llevara la corriente, y Réprobo así lo hizo. Un día, entregado a su trabajo, un niño le pidió que lo pasara al otro lado del río, y Réprobo se lo puso sobre los hombros y empezó a cruzar las aguas, pero, a cada paso que daba, perdía las fuerzas y se hundía, como si aquel niño pesara más que todos los hombres del mundo. Réprobo se hundió, pero no dejó de caminar y, sin importarle morir ahogado, continuó por debajo de las aguas hasta la otra orilla preservando la vida del niño. Este niño era el Niño Jesús, que de esta forma le bautizó y transformó en Cristóbal, «el que lleva a Cristo», y en todo un cristiano a partir de entonces.
Atributos. Se le representa con ropas de ermitaño, un bastón de pino, o báculo de poder, en una mano, y llevando al Niño Jesús sobre la espalda.
Poder. Es el patrón de todos los viajeros y los transportistas, pero principalmente, por aclamación popular, de los automovilistas. También lo tienen por patrón estibadores y cargadores, barqueros y marineros. Es eficaz contra todo tipo de males, pero se le invoca especialmente contra la peste, el granizo, la peste, el hambre y la guerra. Puede hacer todo tipo de milagros y a todo tipo de gente, pero prefiere de entre todos a los fieles que son capaces de olvidarse de sí mismos para ayudar a los demás.
Ritual. Se le venera el 10 de julio principalmente, pero no es raro que en otras fechas se le celebre para que bendiga automóviles, transportes o embarcaciones. Le gustan los bastones como ofrenda, un vaso de agua, velas de cera natural, incienso eclesiástico y que en su honor se sacrifiquen y coman animales de granja, invitando a un pobre o a un viajante a la mesa.