Leyenda.
Nacido en la Vicenza del siglo XVI, San Cayetano es la clásica representación del santo intelectual que abandona su puesto palaciego en Roma para dedicarse a cuidar de los huérfanos y de los enfermos, en un acto de renunciación y humildad.
Fue el fundador de la Orden de los Clérigos Regulares, en un intento renacentista por volver a los pasos de Cristo sin buscar más boato ni reconocimiento que el trabajo hecho.
«Hacer lo que se tiene que hacer, y nada más». No sufrió calvario alguno, aunque murió trágicamente en una revuelta popular, y sus más grandes milagros fueron las obras de caridad que hizo a través del Monte de Piedad que fundó.
Las leyendas populares cuentan que curaba las ulceraciones con el fuego de su mano, aunque en Roma y entre sus compañeros nunca se le tuvo por un clérigo milagroso. Alcanzó la beatificación y la santidad más por su trabajo y su humildad, que por cualquier otra cosa.
Atributos.
Se le representa vestido con los hábitos de la Orden de los Teatinos (como también se conoce a la Orden de los Regulares), enmarcado en un aura resplandeciente, con un libro en la mano, reflejo de su intelectualidad, y haciendo la señal de la cruz con la otra.
Poder.
Es patrón de secretarios y documentalistas, de huérfanos y de bibliotecarios.
Protege a todos aquellos que hagan trabajos minuciosos, y también a los que tienen que empeñar un bien para salir adelante. Algunos grupos esotéricos lo ven como el portador de la luz, es decir, del que enciende la llama de la fe en los demás.
Sus seguidores lo tienen por un santo efectivo contra los males intestinales, las úlceras estomacales y las heridas que no cierran.
En Argentina es el santo del trabajo, siendo objeto de gran veneración en su iglesia de Liniers (Buenos Aires).
Ritual.
Se le celebra tanto el 7 como el 8 de agosto, y gusta de oraciones y novenas, así como de flores silvestres y amarillas.
Agradece las velas amarillas y el incienso de ámbar. Es muy poderoso durante las misas vespertinas, y le gustan sobre todo las antorchas encendidas.